Nos quedamos en la entrada anterior en las cercanías de Terena, una bonita aldea sobre un cerro del valle del Guadiana portugués. Pasearemos por sus calles empedradas y cuidadas -todas llevan al castillo-. De allí seguiremos a Serpa, parando antes en el Museo del Madroño de Alqueva. Al sur de Serpa se extiende el Parque Natural do Vale do Guadiana, que cruzaremos hasta su extremo sur parando en la histórica villa de Mértola tras un visita fugaz -se echaba la noche- al paraje geológico del Pulo de Lobo, donde el Guadiana se encajona y se estrecha tanto que se puede cruzar de un salto.
Una bonita y cuidada casa adosada a los muros del castillo.
El castillo de Terena formó parte de la línea portuguesa de defensa del Guadiana. No pudimos entrar en él. La puerta estaba encajada pero dentro pastaba un rebaño de ovejas. Y el perro del pastor nos tomó por lobos al acecho!!
Una pequeña casa con su típica chimenea alentejana ocupando casi medio tejado. Al fondo, cerro abajo, la nueva Terena.
Cerca de Alqueva queda el Museu do Medronho. Hacemos una parada para ver como sacan provecho los portugueses del fruto de este arbusto natural. Aparte de hacer licores y aguardientes preparan bolachas (galletas), mermeladas, compotas, miel, infusiones y hasta ginebra de madroño (nos trajimos algunos productos). En el museo cuentan la biología de la especie (Arbutus unedo) y cómo lo aprovechan casi todo de él. Por cierto, los están plantando y cuidando aunque sea una especie numerosa en estos montes.
Entramos en el casco antiguo de Serpa por una de sus puertas medievales.
El granito y el mármol se reparten a medias en los edificios de esta coqueta villa portuguesa.
Detalle de los vistosos faroles de Serpa.
Torre del reloj.
El corcho (junto con los pasteles de queso) es la estrella de la artesanía de Serpa y su comarca.
Callejuela de Serpa y parte de su acueducto al fondo.
Bastantes años después volvemos al Pulo de Lobo. Lo "descubrimos" en febrero de 1984 gracias al libro "Maravillas de la Península Ibérica" que editó Reader's Digest. Lo tenía mi amigo Faustino y con él fuimos hasta este aislado tramo del Guadiana. Lo que podemos ver desde el mirador corresponde a la formación de dos cauces del Guadiana: el antiguo, una amplia plataforma tallada en piedra por el antiguo río -parece un glaciar pétreo-; y excavado en su interior se encuentra el lecho nuevo, que aquí forma un estrecho y extenso corredor de unos 12 km de largo, que los portugueses llaman "Corredoira".
Por entonces nos dijeron en Serpa que llegar hasta allí era muito difícil e complicado: malos caminos sin señalizar y finalmente una bajada peligrosa hasta el río. Hoy, aquel tortuoso carril -que nos llevó varias horas a mínima velocidad- es una carretera asfaltada que comunica Serpa con Mértola y en la que un desvío bien señalizado nos llevará -por una cuidada pista de tierra- hasta el mirador que el Parque Natural do Vale do Guadiana ha habilitado. Ya bajar hasta el cañón sigue siendo igual de complicado.
El Pulo do Lobo (Salto de lobo) es la joya geológica del valle del Guadiana. El nombre tiene que ver con la distancia entre las orillas del río Guadiana, que cuenta la tradición que al ser tan estrecho (3 metros en un determinado punto) permite que un lobo lo cruce de un salto.
En pleno otoño hay poca floración. Sí vimos este tomatillo silvestre; es Solanum citrullifolium, una especie originaria de México y sur de EEUU que se encuentra naturalizada en el sudoeste peninsular, sobre todo en los márgenes del río Guadiana. En España solo está presente en Huelva (según F.I.).
Y este clavelillo silvestre que aguantaba en flor entre muchas ramitas ya secas. Según Flora de Portugal podría ser Dianthus lusitanus.
Náyades de río bastantes desgastadas por la fuerza del agua en esta zona. Las de arriba son autóctonas (están citadas en el Guadiana: Potomida littoralis; Anodonta anatina, Unio delphinus y Unio tumidiformis) y la de abajo asiática (invasora).
Mientras que la luz del atardecer nos dejó, nos acercamos a la Corredoira.
Xerosecta reboudiana.
Un ajo silvestre que por su flor y hábitat podría ser Allium schmitzii, una especie escasa y rara con muy pocas poblaciones en la península (que sepamos en Andalucía solo en un río de Córdoba).
Cae la tarde y salimos del Pulo con la luz justa (vista al oeste).
Vista al este.
Llegamos a Mértola, que nos recibe con esta bella vista desde el puente del Guadiana.
A las puertas del casco antiguo se encuentra el viejo Café Guadiana. El local está remozado pero allí siguen estos antiguos espejos pintados con la publicidad de otros tiempos.
El propietario del café nos ofrece una acogedora habitación para dormir en el cuidado alojamento local Casa da tía Amalia. Estas son las vistas que tenemos.
Una cena ligera, a base de produtos locais, para dormir bien y madrugar. Para el día siguiente la previsão do tempo da lluvia desde mediodía y no queremos visitar la bella Mértola con paraguas.
Amanece y estamos cerca del puerto fluvial. Y es que el Guadiana es navegable hasta aquí desde el Atlántico.
Desde Mértola hasta el océano hay 72 kms de navegación en pequeñas embarcaciones de recreo. Pero hasta Sanlúcar de Guadiana llegan barcos de más calado.
La primera parada es en la actual Igreja Matriz y antigua mezquita.
Tras el altar persiste el mihrab en dirección a la Meca.
Patio de armas y torre del homenaje del castillo.
Desde el flanco sur del castillo parte de la villa vieja rodeada por el Guadiana y la Ribera de Oeiras.
Casa mertolense.
Puente sobre la Ribera de Oeiras.
El caliche hecho arte.
Torre do Relógio.
En Mértola están las oficinas del Parque Natural do Vale do Guadiana. La estrella de este espacio natural es el lince ibérico. En 2017 el censo daba una población de 32 ejemplares.
Espacio dedicado a las artes de pesca en el río.
No falta aquí tampoco la mala costumbre de alimentar a los gatos abandonados. Cada vez son más, ensucian más y huele peor.
Dejamos Mértola con la idea de volver en primavera. Quedan sitios y parajes por ver.
Bajamos por la estrada IC-27 y cuanto más nos acercamos a Espanha el tiempo empeora. Un cartel avisa en un desvío a los Menires do Lavajo; y lo tomamos (será nuestro última etapa en Portugal). Una estrecha carretera nos lleva a la aldea Afonso Vicente. Intentamos preguntar pero solo encontramos unas simpáticas y pequeñas cabritas: ya en casa hemos visto que podrían ser de la raza "enana nigeriana". Posiblemente traídas por los portugueses desde tierras africanas.
Menhires de Lavajo (por el valle tributario del Guadiana donde se encuentran). Este se encontró en tres pedazos y se reconstruyó. Se ve una de las fisuras por donde está pegado.
Fotografiando estas grandes piedras levantadas por el hombre neolítico empezó a llover considerablemente. Y ya no paró en las tres horas de carretera hasta llegar a casa. Nos gustaría volver -pero en primavera- al Parque Natural do Vale do Guadiana. Ya veremos.
Bonito lugar muy bien fotografiado.
ResponderEliminarSalut