Saltó la ocasión y nos dimos una corta escapada a Budapest. Si ya conocéis otras capitales centroeuropeas podemos adelantar que Budapest es diferente a otras más fastuosas y vistosas como Viena, Praga, Salzburgo, Lucerna, ... No es que no tenga vistas y panorámicas bellas, que las tiene, sobre todo los edificios y puentes que dan y cruzan el gran río Danubio. Sino que hay otra ciudad decadente y parada en el tiempo que también es interesante conocer; y de la que los aquincenses saben sacar renta. Pero que necesita "una manita de pintura" como mínimo para proteger edificios y monumentos, algunos considerados patrimonio de la humanidad.
Después de dos horas viendo solo nubes (de formas aluciantes eso sí), el cielo se abre por debajo de nuestros pies y aparece una gran masa de agua. Es el lago Balatón, el mayor lago de Europa Central y uno de los mayores lagos de agua dulce de Europa. Se considera como el "mar interior" húngaro y es el principal destino del turismo nacional.
En Hungría o sabes o te defiendes en inglés, o no te enteras de nada. El húngaro está considerado como el idioma más difícil de Europa.
El primer paseo fue nocturno y por la ribera del Danubio. Y esa primera impresión de grandes edificios iluminados es espectacular. En la foto el Parlamento de Hungría, construido a finales del XIX como claro ejemplo de la potencia económica y cultural húngara en esa época (había que superar al parlamento británico). En su día fue el mayor del mundo y hoy día es el 3º.
Puente de las Cadenas, el más antiguo y más famoso.
Otro elemento famoso con origen en Budapest. El "Cubo de Rubik", el juego más vendido del mundo. Abajo una frase de su inventor Ernő Rubik: "Mindig van megoldás és nem is csak egy!" ("Siempre hay una solución, y no solo una!").
Otro grafiti que nos gustó.
La Gran Sinagoga de Budapest o Sinagoga Dohány. Es la más grande de Europa y segunda del mundo tras la de Jerusalén. Merece una visita, independientemente de la creencia religiosa.
Eso sí, para entrar debes cubrirte la cabeza con la kipá. En la puerta te dan una de cartón, con el logo de la sinagoga, que ya guardamos entre nuestros recuerdos de viajes.
El entorno de la sinagoga lo conforma el barrio judío: Erzsébetváros. Una zona de la ciudad que sufrió atrocidades durante la ocupación nazi y que a tramos parece que todavía está en guerra.
Te puedes encontrar todavía edificios con las marcas de disparos. Aunque luego parece que los interiores, y ventanas, se han restaurado. ¿Será un reclamo turístico?
Los jóvenes (no sé si algunos "okupas") han tomado el barrio y lo han convertido en uno de los más "atrevidos" y con marcha de la ciudad.
Nos acercamos al "ruin bar" más famoso de Budapest (y el que menos gasta en pintura): el Szimpla. Un "ruin bar" se trata de aprovechar una casa o manzana ruinosa y tal como está llenarlo de barras, música y cacharros extravagantes o curiosos. Esto, que en principio fue un recurso barato, hoy es un jugoso negocio que se llena de turistas y curiosos.
Como es domingo por la mañana, y no es hora de copas, se aprovechan los patios y salas para montar un mercadillo de productos típicos húngaros. Una buena idea, la verdad, para degustar guisos y elaborados vendidos directamente por productores y granjeros.
La paprika y los embutidos ahumados huelen desde la calle. Compramos una pechuga de ganso curada y ahumada para la cena que estaba deliciosa... (pero todavía nos huelen los dedos!!).
Aquí la cena: pechuga de ganso, salami de mangalica (cerdo húngaro que parece cruzado con oveja: ver aquí) y un queso curado con boletus. Todo a precio aceptable. El pan también es muy bueno.
Una especie de torreznos o chicharrones hechos de pollo gigante húngaro (raza orlingtonov). Los probamos con una sör (cerveza).
Aunque algunos no lo parezcan todos son quesos de leche de vaca.
Los hay que compran y se lo comen allí mismo con un café u otra bebida. El entorno es, cuanto menos, curioso. Las paredes recogen grafitis y mensajes dejados por los visitantes. Nos costó encontrar un hueco para dejar una palabra-frase mítica de nuestro pueblo ("mencantajeré").
La línea nº 61 del tranvía nos lleva en continua subida desde la plaza Széll Kálmán a la singular terminal de Hűvösvölgy (en la foto). Queda al norte de la ciudad en las colinas de Buda.
De allí un agradable paseo nos lleva a la estación inicial del "tren de los niños". Un viejo trazado de época comunista (1948) que funcionó, y funciona todavía, como escuela de jóvenes ferroviarios.
Son casi 12 kilómetros en un tren de vía estrecha en el que todas las operaciones son llevadas a cabo por niños y jóvenes. Solo la conducción de la máquina es llevada por un adulto.
La jefa de estación.
Un joven ferroviario cambiando las señales.
Jefe de una estación intermedia.
El tren traquetea por un bonito bosque que pertenece a la Budai Tájvédelmi körzet (Área protegida de las colinas de Buda).
Bajamos de las colinas en otro tren (cremallera) de la BKK (Transporte público de Budapest).
Paseo por el viejo Buda (en general bastante mejor cuidado que Pest).
El Bastión de los Pescadores.
Los fundadores de Hungría.
Desde esta muralla, coronada por siete torres (por las siete tribus fundadoras de Hungría), se obtienen las mejores vistas sobre el Danubio y Pest.
Elegimos el atardecer-anochecer para ver como se enciende poco a poco la ciudad.
Time-lapse de 10 segundos (grabados durante 20 minutos) que tomamos del anochecer sobre Buda (delante) y Pest (al otro lado del Dabubio). El edificio más grande es el Parlamento.
Buda, el Danubio y Pest.
La Avenida Andrássy cruza Pest perpendicular al río y está catalogada como Patrimonio de la Humanidad. Es una larga sucesión de palacios y casas señoriales construidos en el siglo XIX.
Hay edificios que son casi obras de arte, como este con su fachada principal pintada con multitud de detalles.
Pero también hay muchas fachadas descuidadas y con penoso aspecto. En este mismo edificio una fachada está rehabilitada y la otra se está deshaciendo.
En Andrássy podemos ver la Opera Nacional, teatros, museos, casas memoriales -como las de los dos músicos más importantes de Hungría: Liszt y Kodály- y la Casa del Terror (en la foto) dedicada a las víctimas de los regímenes dictatoriales que azotaron Hungría en el siglo XX (no la visitamos).
Esta dejadez y descuido de la ciudad la ha convertido en punto de interés internacional para el rodaje de películas. Son muchas las productoras que aprovechan los bajos costes de la economía húngara y estos escenarios más que reales. Por citar algunas bien conocidas: Blade Runner, Aullidos, Inferno -secuela de El Código da Vinci-, Evita, El niño con el pijama de rayas...
La avenida acaba en la Plaza de los Héroes. Detrás queda el Parque de la Ciudad.
Y en este parque está el balneario Széchenyi, el más grande de la ciudad y de los mayores de Europa.
Los balnearios son un hecho diferencial de Budapest con otras capitales europeas. Budapest tiene el título de Ciudad de los Balnearios desde 1934, y es que la urbe dispone de 118 manantiales desde los que cada día brotan más de
70 millones de litros de agua termal a temperaturas de entre 20 y 80ºC.
El Széchenyi se inauguró en 1913. Tiene 15 piscinas, 3 grandes al aire libre y 12 pequeñas bajo techo. En estos recintos interiores también hay saunas, baños turcos y salas de masajes.
Escogimos un día fresco para no sumar el calor del agua al ambiental.
Si se viaja a Budapest es imprescindible darse un baño en estas aguas (levemente sulfurosas), aunque solo sea por unas horas.
Piscinas de interior.
Las temperaturas de las piscinas del Széchenyi van de los 27º a los 48º.
Los vestuarios, con cabinas de madera, parecen llevar así cien años.
Un lujo factible por pocos euros.
De los baños al centro es recomendable bajar en la línea 1 del metro. El metro de Budapest es el más antiguo del mundo junto con el de Londres. Entró en funcionamiento en 1896 (Londres en 1890).
Está perfectamente cuidado (esto sí, por cuestiones obvias) y mantiene el encanto de sus vigas remachadas y casetas y adornos de madera. Esta línea es Patrimonio de la Humanidad.
Más sitios de Budapest. Nunca había visto una heladería para mayores de 18 años. El motivo es obvio.
Tiendas de antigüedades. No entré en muchas para no caer en la tentación.
Un bonito balcón con el balaustre de madera tallada.
Edificio del hotel y gran café New York.
El café New York se inauguró a finales del XIX y está considerado "el café más bello del mundo". Y seguro que lo es.
En sus numerosas mesitas se mezclan desde señoras de postín hasta mochileros. Y muchos asiáticos (esos nunca faltan) vestidos de colores chillones.
Budapest es una ciudad relativamente barata con una excepción: el café New York. Con todo, el precio es un lujo alcanzable (hay especialidades desde 6 euros -la que pedimos- hasta 25). Eso sí, con el café vienen incluidos el correspondiente vaso de agua y dos "micro-magdalenas". Pero merece la pena solo por visitar todo el interior y escuchar música en directo (tocó un grupo de folklore húngaro).
Otro día tomamos café en el Café Central, el café de los artistas.
Este Café Central no tiene el lujo del anterior pero sus salones y decoración te trasladan un siglo atrás en el tiempo. La única modernidad apreciable es que tiene wifi.
Y otro café mítico es el Gerbeaud, reconocido como la mejor pastelería del país.
En sus salones tomaron café Franz Liszt o la misma emperatriz Sissí. No era hora de merienda y solo lo visitamos.
Otra deliciosa fachada.
Navegar por el Danubio es factible en un barco para turistas o en uno de la BBK (transporte público). Elegimos esta opción y la línea más larga. Y momento ideal: el atardecer.
El Parlamento y su parada-embarcadero.
El Palacio Real desde el río.
Nos bajamos junto al Puente de la Libertad. Puente metálico pintado de verde. Hay proyecto de hacerlo peatonal.
Balneario Gellert (y hotel).
El balneario más famoso por aquello de aparecer en anuncios de "cuerpos danone".
Vistas desde la cúpula de la catedral de San Esteban. Budapest es una ciudad muy amplia ya que por norma los edificios no deben superar esta altura. Esto hace que no haya rascacielos como en otras capitales europeas.
La cúpula por dentro.
Una curiosidad para los nostálgicos del deporte del balompié. El famoso jugador húngaro del R. Madrid (años 60) Ferenc Puskas está enterrado en la cripta de la catedral (también K. Sándor, del Barça). Le preguntamos a un vigilante como llegar a la cripta y la respuesta fue -en una mezcla entre italiano y español- que no se abría al público. Pero que podría hacer un "esfuerzo" para que algún compañero nos abriera varias puertas, escaleras y luces si estabamos muy interesados (esto mientras rozaba sutilmente las yemas del pulgar y el índice, una señal internacionalmente conocida, hasta en Hungría!!). Fue decirle sí y un rápido gesto puso delante nuestra a un señor que nos indicó le siguieramos. En un par de minutos estabamos en el subsuelo de la catedral rodeados de un silencio sepulcral (literalmente). Le obsequiamos con un billete de 5 euros, con los que casi nos da un abrazo.
Otra visita típica a una capital es un buen museo. Hay tantos en Budapest, pero por cuestión de tiempo nos decidimos solo por uno. Fue el Museo Nacional de Hungría, donde se recoge la historia de este país desde la prehistoria hasta nuestros días.
El lapidarium romano.
Tesoro del periodo Avar (siglo V).
Un detalle hispano lo vimos en esta sillería de madera que se realizó para la firma de un acuerdo entre varios reinos contra la amenaza otomana (siglo XVI).
Frente al Museo se concentran varias librerías de viejo. Si llevaramos más tiempo!!
El Mercado Central de Budapest. Otra visita obligada, aunque a nosotros nos gusta visitar siempre los mercados para hacernos una idea de lo que se come en cada lugar.
El pimiento rojo para hacer paprika (condimento casi eterno de la cocina húngara) es el producto más repetido en los puestos de fruta y verdura.
Platos preparados. El rojo de la paprika destaca en casi todos.
En Hungría se hace szalami de casi cualquier animal. Que recordemos nos lo dieron a probar de ganso, pato, cerdo, pavo, pollo, cabra, oveja, burro y siluro!! Y pueden encontrarse con tres sabores: con paprika dulce, con semi o con picante.
Y del ganso y pato de granja se aprovecha-come todo.
Compramos algún salami y también estas trufas blancas. Los húngaros la llaman homoki szarvasgomba (trufa de arena). Su nombre científico es Mattirolomyces terfezioides y Hungría es el único país donde se puede recolectar abundantemente (verano-otoño). Se utiliza principalmente para hacer postres, helados y pasteles, debido a su dulzura, única y muy personal. Crece en suelos arenosos de la cuenca del Danubio y se localizan con la ayuda de los perros que las detectan por su olor.
Y no se ha estado en Budapest si no se ha probado el lángos. Un plato tradicional que se ha convertido en el fast food húngaro. Es una base de masa de pan frito a la que se le añade casi cualquier cosa encima.
Dejamos Budapest con buenas sensaciones. Una ciudad cuidada por una parte y en rehabilitación (lenta) por otra, que ha hecho de su aire decadente una oportunidad de negocio turístico. La última foto es desde el Margit híd (puente Margarita) en cuyo centro destaca esta Santa Corona húngara, o corona de San Esteban, primer rey de Hungría coronado con ella el 1 de enero de 1001. La cruz de la corona original (custodiada en el Parlamento) quedó torcida cuando se cerró mal el cofre donde se guardaba (esto pasó en el s.XVII). Desde entonces se ha mantenido inclinada y así aparece en todas las representaciones que de ella, como símbolo de Hungría, se realizan.
es un país que me gusto mucho y el bar new york mihija me dijo que fuera haberlo ,cuando fuy hace cinco año es el único sitio que había que pagar con la moneda de allí , mesa parados le dije si podía haer foto me dijeron que si hice por todas parte del bar etube siete días en budape
ResponderEliminarImpresionante el cerdo-oveja, casi tanto como el viaje.
ResponderEliminarSalut