"El que no sabe gozar de la aventura cuando le viene, no se debe quejar si se le pasa".
Miguel de Cervantes Saavedra (1547-1616)
El buen tiempo ha
acompañado esta semana santa y hemos aprovechado para volver a un parque
natural que no visitabamos desde hace un porrón de años, el P. N. de
las Sierras de Tejeda, Almijara y Alhama. Como ya conocíamos la
vertiente malagueña en esta ocasión tiramos para la granadina, haciendo
base junto al embalse de Los Bermejales en Arenas del Rey. Desde la
misma presa parte un sendero que se adentra y recorre la Garganta del
río Cacín. Este río, con nombre de rey andalusí, nace de la unión de
varios arroyos de montaña que bajan por la vertiente norte de Sierra
Almijara. El Cacín, al excavar la garganta, ha formado los denominados
Tajos de los Bermejales, un paisaje vertical de enorme belleza (que
contrasta con los campos de labor circundantes),
cuajado de especies botánicas, refugio de aves de cantil y con unos
inquietantes asentamientos neolíticos. Esta es la crónica del descenso
por un itinerario singular equipado con escalas, cables, cuerdas fijas y
puentes colgantes. Un sendero "miniaventura" ideal para disfrutar del
paraje.
Hacemos
tiempo junto al embalse mientras llevamos un vehículo al Puente Romano,
final de la ruta. Esto nos evitará hacer la vuelta a pie por un largo y
aburrido carril paralelo a la Garganta del Cacín. El azul turquesa de
estas aguas de Los Bermejales es deslumbrante. Parece que algún tipo de alga le da este colorido a estas aguas ricas en cal.
Los Bermejales y Sierra Almijara al fondo.
El sendero serpentea para salvar algunos barrancos secundarios como este de Las Rajas.
Entre los arboles ya vemos el cauce del Cacín.
El sendero está bien cuidado y no hay posibilidad de pérdida.
En estas primeras laderas de bajada encontramos algunas orquídeas. Como estas Ophrys tenthredinifera y las Ophrys speculum, que parecen besarse.
En la pared de enfrente nos llaman la atención unas plantas colgantes cargadas de flores rosadas. Con el prismático no nos suena a algo que hallamos visto antes.
Sí vemos flores, junto al sendero, que nos resultan familiares. De izq. a der.: Tragopogon porrifolius, Centaurea sphaerocephala y Muscari neglectum.
Y de nuevo toca subir.
Estas carnosas hojas de Sedum tienen un raro color blanquecino. Vistas con detenimiento se puede ver como un insecto (una cochinilla) ha "picado" en ellas provocando esa reacción. Iñigo tomó una hojita de muestra para su estudio.
El sol calienta y apetece la sombra de una enorme visera de roca.
Tramo del sendero que aprovecha una terraza natural, resultante de la erosión.
Un peñasco nos corta el camino y hay que sortearlo con la ayuda de una escala metálica.
Esta
planta es de las mas curiosas que vimos. De lejos nos pareció una
simple retama pero luego nuestro botánico de la expedición (Iñigo S.) la
identificó como Ephedra fragilis. Una planta muy primitiva
que puede vivir hasta 40 años. Puede ser planta masculina o femenina.
En Cádiz es rara dándose solo en zonas litorales y Grazalema.
Flores amarillas de Colutea hispanica (abajo) y Linaria verticillata (arriba). Y una puesta de huevos dorados de algún insecto sobre una ramita de Ephedra.
Trini y Noelia, en la zona "divertida" del sendero, con la ayuda de unas cuerdas para bajar y subir.
Esta planta podría ser Anthirrinum hispanicum, un conejito poco común.
El color del río nos recuerda al turquesa del embalse, aguas arriba.
Así que mas cuerdas para ayudarse. Concha sube y Jaime baja.
El sendero aprovecha una grieta para avanzar.
Iñigo y Manolo observan el vuelo de varias rapaces sobre los cortados.
En
esta zona encontramos a un señor buscando espárragos. Nos dice que
estamos a mitad de camino. El ha bajado por una posible "vía de escape"
desde su casa, el Cortijo del Cura, a unos metros sobre
nosotros. Hablamos un rato de la zona y nos indica algunos nombres
locales de cuevas, peñas y barrancos. Un gusto hablar con gente como
Antonio Olmos García alias "el simón", un lugareño dispuesto a contar lo que sabe, que normalmente no aparece en guias o mapas.
Esta mariposita blanquiverde (Euchloe belemia) nos parecía muy quieta para la foto. Cuando nos acercamos vimos como una araña cangrejo (Thomisus onustus)
mimetizada del mismo color amarillo de las flores del jaramago la tenía
pillada por el abdomen chupando sus jugos. La ley natural del mas
listo.
Llegamos al tramo donde existe un asentamiento arqueológico del neolítico. Pueden verse restos
de construcciones prehistóricas que utilizaban parte de las paredes
para construir sus refugios. Hoy es imposible llegar a ellas (salvo
escalando o descolgándose desde arriba) por quedar a una altura
considerable, pero en su momento no estaban tan alto con respecto al
agua. Además poseían sistemas de acceso con oquedades en forma de
escalera, escalas y anclajes. Estar a una cierta altura ofrecía
seguridad frente a enemigos y depredadores. En el Museo Arqueológico Nacional se encuentra una pieza hallada en este lugar, conocida como la Olla de Cacín,
un recipiente de arcilla elaborado por el hombre del neolítico y
considerada como la pieza de cerámica cardial más meridional de Europa.
En
estas paredes tenemos, a nuestra altura, estos mini-jardines colgantes
que antes veímaos de lejos. Se trata de una planta querenciosa de
cantiles rocosos: Sarcocapnos pulcherrima o crassifolia.
De la familia de las amapolas, pero de flores muy distintas
(asimétricas), es una planta que solo se dá en la mitad este de la
península por lo que no podemos verla en nuestras sierras.
Miriam pasa rápido por este tramo con enormes pedruscos caídos de la pared a una repisa intermedia.
El sendero cambia varias veces de orilla y para ello se han habilitado puentes colgantes que hay que pasar de uno en uno.
Por algunas paredes del cañón caen chorros de agua. Suponemos que no es recomendable recorrerlo en época de lluvia.
Junto a la orilla del río encontramos esta "cola de caballo" que no habíamos visto antes. Es el Equisetum arvense, del que no hay citas en la provincia de Cádiz.